martes, 5 de septiembre de 2017

INFLUENCIA DE LA INMIGRACIÓN EN LA GASTRONOMÍA ARGENTINA

Anteriormente a la gran inmigración existía una gastronomía generalizada en casi todo el país. Desde el 1886 al 1935, comenzaron los cambios en la Argentina teniendo el más grande y significativo periodo inmigratorio, con un pico entre 1906 a 1915  y en consecuencia un cambio en la cultura nacional que va desde la política y la educación hasta algo tan trivial como la gastronomía.  
Inicialmente, la cocina de nuestro país era básica, monótona e igualitaria. Los criollos compartían los mismos ingredientes en sus recetas, pero las clases sociales se diferenciaban por la cantidad y calidad de los productos. Se componía principalmente de asados, pucheros y guisos. El pan no era un bien común como en nuestros tiempos, de trigo para los ricos, de centeno para el resto, y cuando se podía. Con el vino pasaba exactamente igual: un producto de lujo, hasta que la misma  resistida inmigración desarrolló el cultivo de las uvas y el primer ferrocarril en el 1885, inaugurado por Roca, pudo traer el vino directamente desde las zonas vitivinícolas sin problemas.
El café era para los grandes, el té para señora y niños, estos con pan, manteca y mazamorra. La sopa era la entrada de cada comida con pan tostado, arroz o fideos y con entremés de aceitunas, sardinas, embutidos varios. El pescado de río tenía su lugar no siempre como feliz plato. Y luego la carne de vaca, asada, o de cabrito, con ensaladas ; puchero y carbonada. Los guisos a la orden día, con garbanzos, porotos: las preferidas lentejas con patitas de chancho. El locro y la humita a base de maíz. Los postres fritos no faltaban con azúcar espolvoreado, mazamorra, cuajada, natilla.
Los cambios en la alimentación nativa surgieron, no solo por el ingreso de inmigrantes pobres que solo tenían su voluntad para concretar un futuro mejor; sino también de la mano de los funcionarios traídos  por las empresas extranjeras para trabajar en la construcción  de grandes proyectos nacionales como el ferrocarril. Estos últimos transmitieron sus hábitos alimenticios aceptados por la clase refinada fuertemente influenciada por una educación europeizante, en especial inglesa y  francesa. .
Las innovaciones culinarias tomaron distintas raíces siguiendo las zonas donde más inmigrantes se afincaban. Por ejemplo, en el noreste y noroeste argentino fueron más débiles porque las tradiciones en la cocina tenían más arraigo y peso remontándose a la época prehispánica y colonial y a la cultura indígena como la inca y la guaraní.
A las recetas de sus tierras, los inmigrantes agregaron la soñada carne disponible como elemento básico de la culinaria de nueva tierra.como los tallarines con tuco y carne, creación netamente de origen italiano. Para los nativo', el ajo utilizado por los españoles  los piamonteses con su bagnacauda y el de los españoles era resistido y despreciado.
Con la inmigración surgen nuevos olores, el de la infaltable cebolla de los judíos, de los ajos de los pueblos de las riberas del mediterráneo, de la albahaca, del orégano; el retorno a América del tomate con las pizzas y las salsas, de los  pimientos, de las aceitunas, de los porotos.
Heredamos de los genoveses, ciertos hábitos alimenticios en la sociedad porteña de entonces y que ahora parece naturalmente argentinos. Se empezaron a situar desde el 1835 a la orilla de La Boca de Riachuelo con su  minestrón a la genovés, compuesto de hortalizas porotos, pesto y abundante queso; los ravioles, la torta 'pasqualina', el estofado, la fugazza al aceite de oliva, la fugazza con cebollas, la fainá, el pesto, la cima rellena con arvejas, el mondongo, las albóndigas de carne, la pastafrolla o carabottino como precisamente lo llamaban porque hacía recordar a las tarimas de los barcos por sus tiras de masa cruzada; el chupín, sí, esta famosa sopa de pescado cuyo 'sughetto' es aprovechado para condimentar unas 'fettuccine' como para no quedarse sin un plato de pasta: las albóndigas de pescado y el bacalao reforzado con stockfish. Y el pan dulce. Sicilianos y calabreses, venecianos y romanos, piamonteses y pulieses: una inmensidad de sabores y colores.Y no podemos olvidar las milanesa ,su nombre es un reflejo del plato de Milán, cotoletta alla milanese, que en Austria es conocida como Wiener Schnitzel.   
De la mano de los españoles, conocimos los embutidos y las empanadas cuya gama ampliaron, la chanfaina, la carbonada, los exquisitos guisos y pucheros, chorizos, morcillas, tortilla de papas, lechón asado, lentejas con panceta, chorizos colorados y patitas. Y entre los postres podemos nombrar los dulces conventuales y en especial los alfajores y los piononos de origen morisco (hispano-árabe) y amados por los argentino.  Sobresalieron entre ellos los gallegos, el grupo que más acaparó el comercio gastronómico de Buenos Aires junto con los italianos, portugueses y franceses, que fueron dueños de pulperías, almacenes, hoteles, restaurante, bares y confiterías .
Atrás de la proposición criolla, española e italiana seguía la influencia francesa con sus delicados 'omelette' con jamon, a las fina hierbas y bien 'baveuse' (no muy cocida) Con la salsa 'bechamel', ingrediente base de los famosos tallarines "à la parisienne", que de Paris no tenían nada que ver. La 'mousse', literalmente espuma, de chocolate o de salmón, el foie gras ( paté de hígado de ganso),el huevo pochè y el nombradísimo lomo a la pimienta con papas noissettes a la crema.
Los alemanes tuvieron su furor entre los años cincuenta al ochenta con el guoulash, las salchichas con chucrut y con el placer de tomar una buena cerveza tirada.
Los ingleses por su reservada actitud han dejado poco como los escones, el budín inglés y el pastel de papa o de carne como prefieran llamarlo.
A todos ellos, más tarde, se agregó una inmigración proveniente de las regiones árabes como turcos, sirios, libaneses, eligiendo tierras y clima en el norte de Argentina parecido al de su lugar de origen con un relevante aporte gastronómico en todo el País.
La inmigración judía, ya sabemos, es famosas por su guefilte fish y los varenikes. Los suizos con la fondue de queso, la fondue bourguignonne, ritual obligado en la zona del suroeste de la Patagonia.

Los inmigrantes trajeron entre su equipaje, la única riqueza que podían transportar que fue su cultura. La mantuvieron tratando de pelearle así a la nostalgia, al desarraigo y muchas veces al rechazo. Cada aporte de los inmigrantes fusionado con los pueblos originarios del noroeste y litoral argentino crearon una gastronomía nacional diferente a cualquier pueblo latinoamericano . Y no por ello menos autentica porque fue en lo único en que los dos mundos pudieron vivir en una falsa“armonía”. Gracias a la revalorización de todos esos sabores olvidados, hoy podemos armar un recetario donde no importa el lugar de procedencia sino importa las manos y los recuerdos que esconden… el amor por la tierra que los cobijó manteniendo al mismo tiempo los recuerdos vivos de su gente y su terruño. 
http://www.pasqualinonet.com.ar/

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